martes, 15 de mayo de 2007

Tiempo de Esperanza

EL RECURSO QUE NUNCA SE ACABA
Pr. Domingo Acuña Yime.




Ya eran doce años de padecimiento.

No solo era el dolor de la enfermedad, también la vergüenza que hacía que todo su mundo se hubiese venido abajo. Claro, en su sociedad una mujer con la menstruación era considerada inmunda en tanto duraran “esos días”. Más aún ella, quien llevaba ya doce años con ese flujo de sangre. Este azote no solo se había llevado sus fuerzas y su belleza física, también se llevó todos sus recursos económicos. Cuenta la historia que había sufrido mucho, de muchos médicos, y en esto había gastado todo lo que tenía, más de nada le había servido, antes le iba peor. ¿Que podemos decir de su vida social? Con esta enfermedad, nadie se acercaba a ella. Todos tenían temor de “contaminarse”, aún si se aventuraba a salir de la casa y alguien caminaba por su mismo sendero, se apartaba, se cambiaba de calzada. Podía escuchar el murmurar a sus espaldas: “Ahí va la inmunda. Quién sabe que pecado cometió que Dios la castigo”, “Se encuentra bajo una maldición, apartémonos de ella”.

Era una vida difícil de sobrellevar. Ni siquiera podía ir al templo a buscar refrigerio para su espíritu abatido, ya que su religión no le permitía entrar allí en el estado en que se encontraba. Lo más terrible era la soledad, en las noches de frío, en los días de fiesta, en los tiempos calurosos, siempre sola, sin nadie para consolarle...

Ahora estaba allí, bajo el implacable sol de su aldea, el calor agudizado por su vestidura que cubría todo su cuerpo. No quería ser reconocida, así que, aun su rostro estaba cubierto. Se sentía sin fuerzas, el ambiente le asfixiaba , se sentía desmayar. Pero una luz de esperanza le había impulsado a dejar su cerrado mundo. Había escuchado de él. Decían que había sanado enfermos terminales, que había dado vista a los ciegos, los sordos que se acercaban a él volvían a escuchar, y dicen que hasta había resucitado a algunos que había muerto. También había escuchado su nombre: Jesús.

Vio venir la multitud. Y en medio de ella, a un hombre al que todos querían tocar. Era él. Se sintió con nuevas fuerzas y se repetía a sí misma: “Si tocare tan solamente su manto, seré salva, si tocare tan solo su manto, seré salva...” Con esta idea en su mente (Algunos le llaman fe) vio pasar la multitud y a Jesús en medio de ella, y entonces se fue por detrás de ellos y extendiendo su mano tocó el manto de aquel hombre. Fue instantáneo. Cesó el dolor del alma y con él la sangre. De pronto, se hizo un silencio. Pudo escuchar la voz de Jesús que preguntaba ¿Quién me ha tocado? Los que con el estaban le decían: Señor, la multitud te aprieta, y dices ¿Quién me ha tocado? Pero el sabía que había recibido un toque especial, lleno de esperanza, pero también de certeza, de seguridad de recibir algo por ese toque.

Ella temblando de miedo al ser descubierta, se postró delante de él, y le dijo toda la verdad.

Y él le dijo: “Hija, tu fe te ha hecho salva; ve y queda en paz de tu azote”

La historia que acabas de leer es real y se encuentra narrada en la Biblia, (Evangelio de San Lucas capitulo 4 versos 25 al 34). A esta mujer se le habían acabado todos los recursos: físicos, económicos, sociales, religiosos, etc. Pero decidió echar mano de un recurso que es inagotable: la fe en Jesucristo. Este recurso está disponible también para ti. No importa cual sea la circunstancia que estés viviendo, o la dificultad que estés pasando. En este mismo instante puedes acercarte a Jesús con la seguridad que él te va escuchar y a ayudar.
Ese mismo Jesús que sanó a esta mujer, murió por causa de nuestros pecados, pero resucito para darnos entrada, por la fe él, a nuestro Padre celestial.

Si deseas conocer más acerca de Jesucristo y el plan que él tiene para tu vida, te invito a
escribirnos a domingol11@hotmail.com o domingol11star@gmail.com También puedes llamarme al Cel. 316-8659401.

Que la paz y la bendición de Dios estén contigo hoy y siempre.

No hay comentarios: